Ya llegó el temido mañana

Mi trabajo de consultor me permite hacer una cosa particularmente atractiva que es conocer otras culturas. En ese sentido es interesante confirmar que la esencia básica del hombre es la misma en todos...

| Mario Requena Pinto Mario Requena Pinto
Mi trabajo de consultor me permite hacer una cosa particularmente atractiva que es conocer otras culturas. En ese sentido es interesante confirmar que la esencia básica del hombre es la misma en todos los pueblos y se resume en algo muy simple: encontrar el amor y la felicidad. Las diferencias entre nosotros empiezan a surgir cuando observamos los métodos y formas que utilizamos para lograr este objetivo siendo lo más llamativo el ver como las mujeres y los hombres podemos alejarnos de nuestra búsqueda primordial debido a las estructuras sociales que hemos armado para convivir entre nosotros. Estas estructuras sociales diferentes conforman lo que llamamos culturas y son el producto de las maneras en que los seres humanos hemos construido una particular forma de ser. A su vez estos sistemas, por medio de sus valores, reglas y formas, nos condicionan de tal manera que el resultado es que nos sintamos más cómodos con algunas formas de organización social y costumbres más que con otras. En este afán de conocer otras costumbres y valores, una cosa que me gusta hacer es visitar las iglesias de diferentes religiones de los lugares a los que voy y algo que confirmo cada vez en las iglesias católicas es que están prácticamente vacías de fieles y que los sacerdotes en la mayoría de los casos son personas que ya entraron a la tercera edad. En ese sentido, un dato interesante es que según estadísticas dadas por el Vaticano, la edad promedio de los sacerdotes católicos es 60 años y que este promedio va aumentando en la medida que pasa el tiempo, lo que en buen romance significa que no hay vocaciones suficientes y que la Iglesia Católica más pronto que tarde tendrá que tomar medidas radicales para dar su mensaje, siendo una vía cada vez más evidente que los laicos asuman roles hasta ahora reservados sólo a los sacerdotes. Pero la conclusión más clara que sale de ver las iglesias vacías es confirmar lo que el Padre Kentenich anunció hace casi ya cien años: la huída del hombre de la búsqueda de Dios como la forma de vivir más común y su consecuente eliminación como el camino para encontrar esa ansiada felicidad, siendo el síntoma más irrebatible de este hecho la indiferencia e incluso rechazo generalizado a lo que conocemos como los cánones de la religión formal y sus ceremonias (servicios religiosos en general, ceremonias de iniciación, bendiciones, bodas, etc.) En ese sentido, el problema es común en las religiones consideradas propias de la cultura occidental que son el cristianismo y el judaísmo, no pasando lo mismo en la religión musulmana y en las religiones asiáticas (budismo, hinduismo), lo cual presenta un reto enorme a la cultura occidental. No es nuestro ánimo plantear aquí soluciones, sin embargo es ya obvio que en Schoenstatt debemos vivir y trabajar asumiendo que ese mañana vacío y árido de espiritualidad y fe que anunció el Fundador ya está acá, y que nos toca aplicar con reciedumbre y esperanza todos los instrumentos que él nos dejó para lograr que las próximas generaciones puedan llegar al futuro que también él anunció, siendo lo más importante que recordemos el Nada sin Ti, nada sin Nosotros, por lo tanto, debemos tener claro que si nosotros no ponemos nuestra parte y cumplimos nuestra misión, Dios no podrá intervenir para que el ansiado "pasado mañana" efectivamente se produzca.
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