"Interpretando" al Padre Kentenich

El P. Kentenich diseñó un proyecto para revitalizar la Iglesia mediante el acercarse al Dios de la vida con un instrumento pedagógico que si bien no siempre es original en su concepto, es innovador en...

| Mario Requena Pinto Mario Requena Pinto
El P. Kentenich diseñó un proyecto para revitalizar la Iglesia mediante el acercarse al Dios de la vida con un instrumento pedagógico que si bien no siempre es original en su concepto, es innovador en su enfoque holístico y método para aplicarlo. El legado del fundador de Schoenstatt es amplísimo y no necesariamente fácil de entender y peor aún, en muchos casos es difícil de aplicar. Por eso es muy natural que en diversos sectores de la Familia de Schoenstatt se tienda a concentrar su mensaje en algún aspecto concreto cuya aplicación podría desbalancear el todo; cuestión que por lo demás sucede en cualquier terreno del accionar humano y que se entiende de manera simple denominándola descontextualización. Esto pasa con el Evangelio y es casi natural que pase en Schoenstatt. Es así que, y como ejemplo, en las denominadas sectas cristianas y aún en muchos casos en la propia Iglesia Católica, el mensaje del Evangelio ha sido sacado de contexto y hemos tenido enormes desastres que han provocado grandes cismas dentro de la Iglesia e incluso guerras. En efecto, al estudiar la historia de la Iglesia y los distintos carismas que la componen, es común que al morir el fundador de una comunidad, muchas veces sus herederos no se pongan de acuerdo respecto a la forma en que se debe continuar el crecimiento de la obra y por lo tanto es muy fácil que el legado profético de dicho fundador se transforme, se reduzca y se descontextualice. En ese sentido, al acercarnos a los 100 años del Acta de Fundación de nuestro Movimiento podemos correr un peligro real de dispersión del legado del Padre, alimentado en especial por la definición básica que hace al ser de la organización de Schoenstatt y que es su estructuración como una Confederación de Comunidades jurídicamente independientes pero unidas en el espíritu y que para trabajar deben coordinar sus fuerzas apostólicas. Con este modelo organizacional aplicado en Schoenstatt, el padre Kentenich quiso demostrar que la construcción de la Confederación Apostólica Universal (CAU) era algo posible ya que esa es la única forma en que Schoenstatt podría llegar a ser "corazón de la Iglesia", es decir pre-viviendo lo que predica y por eso, el Padre Fundador nos pone en la organización de Schoenstatt ese modelo de confederaciones que es tan difícil de aplicar, pero que es el único camino para lograr que todos los carismas de la Iglesia se muevan bajo el mismo espíritu, en un ambiente de comunión, respeto y magnanimidad. El problema para Schoenstatt puede ser real ya que en nuestro Movimiento el concepto de autonomía de sus comunidades y dentro de ellas, el autonomismo de las personas, si bien ha llegado a generar estabilidad organizativa, no está asegurando que dicha estabilidad se perfile como una forma de pre-vivir la CAU. En otras palabras, y usando definiciones schoenstattianas, podríamos llegar a una estabilidad inorgánica mediante una convivencia pacífica pero que no alcanza a perfilar siquiera el objetivo de coordinar de fuerzas y carismas bajo un solo espíritu, que son las condiciones necesarias para que exista la CAU, donde los problemas de otros son también mis problemas y los resolvemos bajo criterios de magnanimidad y desprendimiento en busca del bien mayor que es el desarrollo de la Obra misma bajo el espíritu del Fundador. El problema no es menor si se considera que la forma fácil de resolverlo sería crear una especie de "Santo Oficio" cuyos miembros estarían encargados de dirimir todos los aspectos relacionados con la "doctrina" schoenstattiana, sin embargo este método va en contra del propio ser de Schoenstatt, donde todos tenemos derecho a ejercer nuestra libertad de conciencia en la medida que no estemos convencidos de hacer lo que nos pide el otro. La dificultad es aún más compleja si consideramos que entre las diferentes comunidades de Schoenstatt -particularmente federaciones e institutos- por definición ninguna puede arrogarse el tener la verdad o si se quiere, la correcta interpretación del legado del Fundador. Una solución a este problema podría ser el utilizar la técnica de la mediación y el arbitraje; a continuación citamos en qué consiste cada uno, de acuerdo al Centro de Arbitraje y Mediación de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual. (OMPI)En un procedimiento de mediación, un tercero neutral que es escogido de mutuo acuerdo -el mediador-, ayuda a las partes a solucionar su controversia de manera mutuamente satisfactoria. Cualquier acuerdo al que lleguen las partes se formaliza y de esta manera se considera superada la controversia. En una mediación, no se puede imponer una decisión a las partes. A diferencia del árbitro o el juez, el mediador no toma decisiones. La función del mediador consiste en ayudar a que las partes lleguen a un acuerdo sobre la solución de la controversia mediante un procedimiento previamente acordado. Asimismo, aun cuando las partes hayan convenido en someter una controversia a la mediación, no están obligadas a continuar el procedimiento si consideran que su continuación va en contra de sus intereses. Por último, cuando las partes entablan un diálogo, la mediación suele traducirse en un acuerdo que crea más valor que el que se habría creado si no hubiese surgido la controversia en cuestión. La mediación, por su carácter no obligatorio y confidencial, entraña un riesgo mínimo para las partes y genera beneficios considerables. Es más, podría decirse que, aunque no se llegue a un acuerdo, la mediación nunca fracasa completamente ya que permite que las partes definan los hechos y las cuestiones objeto de la controversia, preparando el terreno para procedimientos arbítrales posteriores. Por su parte, el arbitraje es un procedimiento por el cual se somete una controversia, por acuerdo previo de las partes, a un árbitro o a un tribunal de varios árbitros que dicta una decisión vinculante para las partes. El arbitraje es consensual en el sentido que puede tener lugar únicamente si ambas partes lo han acordado previamente y además existe el acuerdo de someterse a su resultado, no importando cuál sea. A diferencia de la mediación, una parte no puede retirarse unilateralmente de un proceso de arbitraje. Los árbitros son seleccionados conjuntamente por las partes, es decir no puede haber un árbitro si una de las partes se opone a que se lo seleccione. Si las partes optan por un grupo arbitral compuesto por tres árbitros, cada parte selecciona a uno de los árbitros y éstos últimos seleccionarán a su vez a un tercer árbitro que ejercerá las funciones de árbitro presidente. El procedimiento de mediación y arbitraje, así explicado pareciera que se acomoda a la lógica schoenstattiana y sería interesante que se profundice la idea por expertos en el tema. Mario Requena Pinto12 Marzo 2009La Paz, Bolivia.
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