El rol de la mujer en la Iglesia Católica (Parte I)

Con el argumento de que es necesario rediseñar las estructuras de la Iglesia Católica y con ello el rol de los laicos en la Iglesia, es bueno también hablar sobre el rol de la mujer en nuestra Iglesia...

| Mario Requena Mario Requena
Con el argumento de que es necesario rediseñar las estructuras de la Iglesia Católica y con ello el rol de los laicos en la Iglesia, es bueno también hablar sobre el rol de la mujer en nuestra Iglesia y cuan factible es que algún día ella pueda ejercer el sacerdocio y acceder con ello a la jerarquía eclesiástica. El tema de esta columna surgió al hablar con un sacerdote sobre el celibato y el por qué la mujer no puede ni debe ejercer el sacerdocio. El cura en cuestión decía que era más fácil que algún día el Vaticano ceda en el tema del celibato sacerdotal (de hecho ya lo hizo parcialmente con los sacerdotes anglicanos que fueron acogidos por nuestra Iglesia) que en esto de ordenar mujeres como sacerdotes. Pero antes de meterse en honduras peligrosas, es preferible investigar las diferencias objetivas que hay entre hombres y mujeres, tanto físicas como sicológicas, y sobre esa base, analizar si la mujer, comparada con el hombre e independientemente de lo que dice la tradición de nuestra Iglesia, es o no capaz de ejercer el sacerdocio. Para fundamentar la discusión se utilizó un documento titulado "Understanding The Difference Between Men And Women" preparado por el sicólogo clínico Michael G. Conner, Psy.D. Las partes más relevantes para el debate son las que siguen. Conner, primero que todo, afirma que el objetivo de igualdad entre hombres y mujeres está cada vez más cerca. Sin embargo, la búsqueda maximalista de tal objetivo está haciendo perder la conciencia sobre las importantes diferencias que hay entre ambos sexos tanto en el plano sicológico como físico. Las diferencias físicas son bastante evidentes y la mayoría de ellas pueden ser vistas y medidas fácilmente. Peso, la forma, el tamaño y la anatomía no son cuestiones subjetivas y sobre las cuales mal se puede pensar que es políticamente incorrecto hablar. Más aún, las diferencias físicas entre hombres y mujeres proporcionan ventajas funcionales y tienen valor fundamental al momento de situaciones extremas como es la supervivencia de la especie. Los hombres suelen tener mayor fuerza en la parte superior del cuerpo, desarrollan musculatura fácilmente, tienen la piel más gruesa y se lacera con más dificultad; asimismo, tienen un umbral de dolor más bajo para darse cuenta de lesiones en sus extremidades. Los hombres están esencialmente construidos para la confrontación física y el uso de la fuerza. Las articulaciones están bien adaptadas para lanzar objetos. El "diseño" del cuerpo masculino es más apto para actividades de comportamiento temerario que generalmente implican colisiones con otros hombres. En los machos de todas las especies se encuentra que se entretienen en actividades violentas que incluyen golpes, patadas, porrazos, empujones y otras cosas que las mujeres encuentran simplemente estúpidas. En lo que respecta al cerebro, si bien el total de células cerebrales es más o menos el mismo para ambos sexos, las mujeres tienen cuatro veces más células cerebrales (neuronas) que conectan el lado derecho e izquierdo de su cerebro. Este último hallazgo proporciona evidencia física que admite afirmar que los hombres utilizan mayormente su hemisferio izquierdo para resolver un problema, siempre paso por paso. En cambio las mujeres tienen acceso más eficiente a ambos lados de su cerebro y, por lo tanto, utilizan más su hemisferio derecho. Las mujeres pueden centrarse en más de un problema a la vez y con frecuencia prefieren resolver los asuntos realizando varias actividades al mismo tiempo. Por otra parte, esta característica hace que a la mujer le cueste mucho más desarrollar actividades en las que la concentración y la focalización son esenciales. Un ejemplo interesante que da el autor y que los padres de hijos adolescentes han observado repetidas veces, es que las chicas encuentran la conversación de los muchachos jóvenes "aburrida". Por su parte, los chicos expresan confusión y prefieren practicar deportes en lugar de participar activamente en una conversación con chicas en la que se están discutiendo como cinco temas a la vez sin llegar a ninguna conclusión. Con respeto a las diferencias psicológicas entre el hombre y la mujer, éstas son menos obvias y pueden ser difíciles de describir. Sin embargo, dichas diferencias pueden influir profundamente en cómo nosotros formamos y mantenemos relaciones en diferentes ámbitos tales como el trabajo, las amistades, el matrimonio y la crianza de los hijos. ¿Cómo hombres y mujeres enfrentan los problemas? Hombres y mujeres enfocan los problemas con el objetivo similar de resolverlos, pero con diferentes consideraciones. En este sentido, ambos sexos pueden resolver problemas igualmente bien, sin embargo su enfoque y su proceso son a menudo diferentes. Para la mayoría de las mujeres, compartir y discutir un problema presenta una oportunidad para explorar, profundizar o fortalecer la relación con las personas con quienes está conllevando dicho problema. Las mujeres están generalmente más preocupadas por el proceso que implica la resolución de un problema que simplemente en la resolución en sí misma. Para ellas, resolver un problema puede provocarles un impacto diferente si lo hacen de manera cercana con otras personas que si lo hacen de manera solitaria y desconectadas de otros. Para las mujeres, el proceso de resolver un problema puede fortalecer o debilitar una relación. Por su parte, los hombres abordan la resolución de problemas de una forma muy diferente. Para la mayoría de ellos la solución a un problema representa una oportunidad de demostrar su competencia, su fuerza de voluntad y su compromiso con respecto a una persona o institución. Cómo se resuelve el problema no es tan importante como el hecho de resolverlo con eficacia y de la mejor manera posible. Los hombres tienen una tendencia a dominar y a definir una autoridad (jefe) durante la resolución de cada problema. Asimismo, una vez que la jerarquía de dominio es acordada y respetada, no tienden a mostrar sus sentimientos. A menudo son distraídos y no buscan mejorar la calidad de las relaciones del equipo durante la solución de los asuntos. Algunas de las diferencias más importantes pueden ser ilustradas al observar grupos de chicas y jóvenes adolescentes al momento de intentar salir de un laberinto. Generalmente, el grupo de chicos establece una jerarquía o una cadena de mando con un líder que surge a través de demostraciones de capacidad y de poder. Los niños exploran el laberinto usando exploradores y permanecen relativamente próximos entre sí. Tienden a buscar y explorar mediante enlaces estructurados y una cadena de mando. Por su parte, los grupos de niñas tienden a explorar el laberinto juntas, como grupo, y sin establecer un líder claro o dominante. En las relaciones se tiende a que todas son iguales. Las niñas tienden a buscar la discusión y a emplear la "inteligencia colectiva" en la tarea de descubrir una salida al laberinto. Estructura de pensamiento Mientras que hombres y mujeres pueden llegar a conclusiones similares y tomar decisiones similares, el proceso que se utilizan puede ser diferente y en algunos casos puede conducir a resultados totalmente disímiles. En general, hombres y mujeres consideran y procesan información de manera muy dispar. Las mujeres tienden a ser intuitivas y de pensamiento global. Consideran varias fuentes de información dentro de procesos que pueden ser descritos como simultáneos, globales y con una perspectiva y visualización de elementos interrelacionados entre sí. Las mujeres tienden a entender y a considerar varios problemas a la vez. Tienen una amplia perspectiva de lo "colectivo", y ven los elementos en una tarea interconectados e interdependientes. Por otra parte, son propensas a verse abrumadas con complejidades que "existen" o "podrían" existir y suelen tener dificultades para separar su experiencia personal de las situaciones que enfrentan. Los hombres tienden a centrarse en un problema a la vez o en un número limitado de situaciones. Tienen una mayor capacidad para separarse a sí mismos de las situaciones que enfrentan y a abreviar al mínimo la complejidad de las situaciones. Los hombres tienden a comprender y examinar las complicaciones por partes y toman una perspectiva lineal o secuencial para visualizar los elementos en una tarea y de esa manera llegar a un resultado. Tienden a no apreciar las sutilezas que pueden ser cruciales para encontrar soluciones. Un varón puede enfocar un problema repetidamente, hablando de lo mismo una y otra vez, y no suele intentar resolver el problema de manera global y desde una perspectiva más amplia. Aunque existen diferencias en las maneras en que hombres y mujeres resuelven problemas, se debe subrayar que no hay absolutos, sólo existen tendencias y es perfectamente posible que existan hombres con formas de resolver problemas y estructuras de pensamiento que son más femeninas y también lo contrario, sin que esto afecte a su sexualidad en sí. La memoria Las mujeres tienen una mayor capacidad para recordar hechos que tienen componentes emocionales fuertes. Son muy hábiles recordando la información, eventos o experiencias en el que hay un tema emocional común. Por su parte, los hombres tienden a recordar eventos mediante estrategias que se basan en términos de elementos, tareas o actividades con las cuales se llevó a cabo el evento. También recuerdan más fácilmente experiencias que estén asociadas con la competencia o con actividades físicas. La observación científica ha encontrado que parece haber una base estructural y química para las diferencias observadas en la memoria de ambos sexos. Por ejemplo, el hipocampo -el área del cerebro responsable de la memoria- reacciona de forma diferente a la testosterona en los hombres, y también reacciona de manera diferente a la evolución de los niveles de estrógeno y progesterona en mujeres. Las mujeres tienden a recordar  "aspectos emocionales" y el contenido de ciertas vivencias influenciadas por su ciclo menstrual. Hasta ahora, se ha establecido ciertas diferencias objetivas entre los hombres y las mujeres. El siguiente mes, en la segunda parte de esta columna, se tratará de llegar a alguna conclusión respecto al tema de si la mujer está o no habilitada para ejercer el sacerdocio. Mientras tanto, sería interesante conocer algunas opiniones de los lectores de esta columna respecto a este tema. Mario Requena
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