EL ENEMIGO EXTERNO Y EL ENEMIGO INTERNO

Como una parte de un proyecto nacional, en Dinamarca se realizó a fines de los 80's un estudio entre dos mil estudiantes universitarios sobre lo que se entiende como enemigo y para ello se usó una téc...

| Mario Requena Pinto Mario Requena Pinto
Como una parte de un proyecto nacional, en Dinamarca se realizó a fines de los 80's un estudio entre dos mil estudiantes universitarios sobre lo que se entiende como enemigo y para ello se usó una técnica asociativa. A los estudiantes se les dio 2 minutos para escribir todas las palabras que se les ocurrieran después de escuchar una expresión de estímulo específico que en este caso era "Enemigos de nuestro país." Uno de los resultados principales que se encontró fue que pocos estudiantes señalaron "enemigos" fuera del país y más bien encontraron que los problemas civiles y económicos dentro de Dinamarca eran el principal problema. La idea era probar en ese momento que la noción de amenaza externa alejaba temporalmente las diferencias internas en la población joven de Dinamarca bajo la premisa que un grupo disímil, pero que comparte territorio y ciertos valores, tiende siempre a unirse contra un enemigo externo. El temor que tenían los investigadores era que cuando no hay ningún enemigo externo, diferentes grupos, pero dentro de un mismo territorio, tienden a volverse contra sí y en ese sentido, el ejemplo es que en regiones donde los países no pelean por territorios o no tienen enemigos externos (África y América Latina particularmente) es donde se tiene más guerras civiles o golpes de estado, muchas veces tanto o más cruentos que una guerra contra un enemigo externo. Dentro de las sociedades, somos formados para tener miedo, resistir, y desconfiar de aquellos que no entendemos y/o que son diferentes a nosotros, creyendo que fácilmente pueden ser nuestros enemigos, y por el contrario, nos vemos a nosotros mismos como nuestro amigo más fiel y leal, sin embargo, tal enemigo externo está en función de muchas condiciones y es temporal. En efecto, en un momento, una persona -o país- puede actuar como un enemigo nuestro; pero en otro, dependiendo de las circunstancias, él o ella pueden hacerse nuestros mejores amigos. Ésta es una verdad que a menudo experimentamos en nuestras propias vidas. Pero, en lo que respecta a nuestros verdaderos enemigos, la realidad general es otra, ya que la mayoría de las personas nunca experimentan a un enemigo externo que siquiera corresponda al poder del adversario verdadero que todos tenemos y que es el enemigo interno que se muestra a través de las ideas negativas, las pasiones mal llevadas y las emociones superficiales y arrebatadas. Ese antagonista es nuestro enemigo hoy, siempre ha sido nuestro enemigo en el pasado, y se quedará como enemigo del futuro porque reside dentro de nosotros, en nuestra alma y en nuestra mente. Generalmente definimos a nuestro enemigo como una persona, un agente externo, que creemos que está causando daño a nosotros o a un ser cercano y querido, sin embargo, el enemigo interior es muchísimo más peligroso ya que su potencial destructor es permanente y lo que es peor, ataca cuando estamos más confiados y sobre las cosas que creemos que ya hemos superado o controlado. No sabemos si alguna vez será posible crear un sistema de defensa capaz de garantizar la protección de nuestro país en contra de todas las fuerzas externas, sin embargo, una cosa es segura: mientras estén con nosotros esos enemigos internos que se llaman cólera, odio, antipatía a los que piensan diferente de uno, la amenaza de violencia entre nosotros siempre estará latente. A decir verdad, el poder destructor de un enemigo externo deriva en última instancia del poder de estos ejércitos internos del mal que hay tanto dentro de nosotros como dentro de nuestras sociedades. Finalmente, no es nuestro ánimo presentar problemas sin plantear soluciones, y la mejor solución que podemos ofrecer para vencer nuestros demonios internos es tener una sólida vida espiritual, profundamente arraigada en Dios y que nos permita, en una última instancia, actuar con misericordia y magnanimidad porque tenemos principios de amor al prójimo y de confianza en Dios.
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