EL BUEN COMBATE

Para ponernos en contexto, hablaremos primero de San Pablo cuando le escribe a su discípulo Timoteo (2 Tim, 4,7-8) diciéndole: "He luchado el buen combate, he concluido la carrera, he guardado la fe; ...

| Mario Requena Pinto Mario Requena Pinto
Para ponernos en contexto, hablaremos primero de San Pablo cuando le escribe a su discípulo Timoteo (2 Tim, 4,7-8) diciéndole: "He luchado el buen combate, he concluido la carrera, he guardado la fe; y desde ahora me espera la corona de justicia..." Esta carta la escribe el apóstol Pablo cuando ya presiente que el fin de su vida se acerca y tiene la certeza de que ha cumplido la misión que Cristo le dio mucho tiempo atrás, cuando en el camino a Damasco lo bota del caballo y le pide que no lo persiga más, y en cambio, se una a Él y a sus discípulos para propagar la Fe. La otra parte del contexto que queremos poner en esta reflexión viene de una leyenda griega que nos cuenta de un oráculo inquiriendo a un caminante sobre si conoce a ese animal que cuando es cachorro camina en cuatro patas, luego al ir creciendo, lo hace con tres, posteriormente con dos, para después volver a caminar con tres patas y finalmente, termina caminando con cuatro, cuando ya está viejo y sin fuerzas. El caminante no logra adivinar y el oráculo le dice: es el hombre. Menciono estas circunstancias porque nos sirven para atar dos temas que tienen que ver, por un lado, con meditar sobre cómo estamos "viviendo" nuestra vida, tomando en cuenta que es necesario revisar si el camino andado hasta ahora, está de acuerdo con lo que quería Dios. Es decir, si estamos o no dando el "buen combate". Y por otro lado, recalcar que esta misma pregunta, se hace más aguda cuando nos damos cuenta de que la vida es muy efímera, siendo más doloroso comprobarlo cuando la muerte está rondando cerca de nuestros padres ya ancianos. Pues es en este escenario que uno se da cuenta de que así como uno dependió de ellos física y espiritualmente cuando se era niño, ahora ellos dependen completamente de nosotros para seguir viviendo. Al meditar sobre nuestros padres, es hermoso poder afirmar que, aún en sus últimos días, ellos continúan enseñándonos a seguir dando el "buen combate" ya que, al verlos enfrentar sus días finales con entereza, paz interior y fe en Dios, podemos continuar aprendiendo con su ejemplo y decir, con la seguridad que tenía San Pablo, que a ellos les espera la "corona de justicia". Eso nos da una enorme paz, y aún cuando es doloroso tener la certeza de que su camino está concluyendo, es muy confortante saber que al final están Dios y la Mater esperándolos. Finalmente nos preguntamos ¿Qué es lo que garantiza esa seguridad y tranquilidad? Y es bello confirmar en nuestros seres queridos que lo único que da esa paz es la Fe en Dios, y que todo lo demás son fuegos artificiales que calientan y satisfacen por corto tiempo el ego, pero que a su vez no alimentan el alma.
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